DESARROLLOS EN LOGOTERAPIA GRUPAL ----------------- En este blog se publican artículos sobre el presente y futuro de la Logoterapia Grupal. Aparecen relaciones de esta disciplina con la violencia doméstica, la educación y la analítica existencial. En posteriores entradas el Dr. José Martínez-Romero Gandos irá presentando nuevos trabajos en elaboración.

lunes, octubre 23, 2006

La acción grupal en la Mediación Intercultural

Comentarios para la formación y profesionalización
en la práctica con inmigrantes

Dr. José Martínez-Romero Gandos
A Coruña – octubre de 2006.

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Las investigaciones, publicaciones y comunicaciones acerca de la práctica grupal se multiplican en el mundo científico, con especial énfasis en los países del área iberoamericana. Trabajar en la Mediación Intercultural es una oportunidad magnífica para contribuir a su desarrollo y encontrar posibilidades de aplicación en una práctica con fundamento y creatividad.

Los retos para asistir en las necesidades y demandas de los diferentes colectivos inmigrantes que llegan a la península ibérica en el siglo XXI no son pocos y obligan a un desarrollo de la investigación y la práctica de la Mediación Intercultural aplicándose en el conocimiento y la especial configuración de estas personas. La obligación también se extiende a la posibilidad de elaborar planes para su asistencia. Trataré de explicar aquí porqué un instrumento técnico como la participación en grupos (dinámica grupal) puede cumplir, satisfactoriamente, con ambos propósitos.

Los científicos que aplican la dinámica grupal para la atención de personas en los diversos ámbitos de su profesión afirman que muy pronto se tendrá que justificar porqué, en muchas circunstancias, se utilizan entrevistas individuales, de escaso tiempo de dedicación, con poca información y menor participación de las personas que acuden a ellas y no se utiliza la dinámica grupal.

Permítanme algunas consideraciones teóricas antes de concretar los retos a los que nos enfrentamos.

Vivimos en comunidades donde la coexistencia se manifiesta como una relación yo-tú con un innegable carácter dialógico. Diálogo que para lograr su autenticidad debe llegar a la dimensión del sentido co-participado de los integrantes superando los condicionamientos sociales que distorsionan la comunicación y manifestando el respeto por la condición de Persona en sus valores más esenciales, manifestados por cadaquién de una manera única y singular. Cuanto más amplio y menos racional sea ese sentido dialógico más respuestas existenciales encontrarán cada uno de los integrantes, ya sea a la luz de la conciencia o ante la posibilidad de una relación interpersonal amplia.

Este “suprasentido” conciente o trascendente encuentra su mejor expresión si la relación interpersonal no se limita a un mero intercambio de símbolos y signos protocolares. En el encuentro con el otro, el “suprasentido” (capacidad y posibilidad de proyectarnos más allá de la inmediatez de lo cotidiano) se construye mediante la reciprocidad de la relación de afecto, aceptación o solidaridad sin condiciones. Y esto no puede realizarse fuera de un grupo donde el hombre no puede dejar de “pertenecer”.

Quien conozca los pormenores de esta dinámica grupal y tenga capacidad de análisis de la situación podrá aceptar que esta relación “dialógica” entre personas de un grupo no es posible, en su realización plena, sin que se produzca una “trascendencia recíproca”. Veremos este concepto un poco más por lo menudo.

Muchas personas y no pocos técnicos insisten en que ésta actividad grupal no deja de constituir una “reunión catártica” de personas con conflictos que solamente ejercen esta función de descarga y luego permanecen en igual situación. En nuestra experiencia de muchos años de inmersión en la actividad de los grupos hemos podido comprobar como resultan inmensamente útiles en las circunstancias en las que las personas atraviesan una situación de crisis, de angustia o de conflicto, desarrollándose una actividad de “trascendencia recíproca”, es decir, de paulatino y concreto compromiso mutuo.

Lo importante de esta actividad se manifiesta a través de una actividad que denominamos de “encuentro”. Cuando este “encuentro” es comunitario la “trascendentalidad recíproca” es mucho más importante que la que pueda establecer una sola persona con otra. La persona produce su propia actividad trascendente que prepara la recíproca. Pero ambas se complementan y potencializan en una actividad grupal comprometida.

No es fácil sostener encuentros grupales en los que se produzcan estos “encuentros trascendentes”. Los instrumentos principales para ello son la comunicación, el reconocimiento mutuo, la afirmación de la identidad, la autenticidad, la apelación al otro y el cuidado mutuo.

Imaginemos una situación de intervención en Mediación Intercultural y ubiquémonos en dos contextos diferentes: un contexto de encuentro individual con la persona asistida y otro en el que participemos de un grupo. Los mismos instrumentos utilizados desde siempre en las entrevistas individuales cobran una dimensión especial y promueven la manifestación de conductas, conceptos, ideas o relatos permiten una mayor participación de unos y otros. Para alguno de los integrantes es difícil la comunicación. Aparecerá algún otro que apelará a su comprensión. Podrá manifestarse reacio y hasta inauténtico. Si nadie olvidó la principal herramienta “cuidado mutuo” aparecerá una mayor autenticidad y una afirmación de la identidad de cada uno de los integrantes.

¿Se producirá esto tan rápida y espontáneamente?

Cuando nos proponemos sostener en un grupo esta trascendentalidad recíproca es necesario iniciar la relación mediante la propuesta de compromiso y utilización de algunas herramientas fundamentales de la dinámica grupal. Más adelante describiremos algunas de estas herramientas.

En los grupos más superficiales este compromiso puede ser poco duradero y no alcanzar para la relación de verdadero encuentro y trascendencia. A pesar de ello, en determinadas circunstancias, pueden transformarse en grupos de encuentro duradero. Encontramos un ejemplo si consideramos un grupo de excursión o un encuentro de atracción sexual. La alianza superficial deberá culminar en un compromiso duradero. En el caso de la excursión en la constitución de un grupo verdadero de personas amigas y en el caso del encuentro de atracción sexual en un compromiso que se plasma en el amor de pareja.

El compromiso da lugar a una relación con sentido transpersonal. Supone confianza, fidelidad y esperanza. Es capaz de iluminar y animar en los momentos difíciles. Sus modelos clásicos son el matrimonio, el equipo de trabajo, la comunidad religiosa o el grupo de amigos.

Como lo afirman todas las escuelas psicológicas, nada de esto es posible sin una buena comunicación. No es el lugar aquí de explicar este concepto clásico. Pero recordemos que nadie puede no comunicarse y que los grupos humanos son inevitables. La comunicación debe contribuir a permitir la relación yo-tú que debe transformarse en “nosotros”.

La queja, habitual en los grupos y especialmente los que necesitan de mayor comprensión y asistencia, es la apreciación clara de una comunicación sin sentido trascendente. Apenas llegan a ser autoreferenciales. No ponen en marcha la acción de los valores de creatividad. Evitan que surjan comentarios acerca de sufrimientos genuinos, no permiten la participación de los valores de actitud. Se vivencia solamente lo negativo. Se pone en marcha el círculo vicioso que reclama desde la queja la atención egocéntrica o la mera descarga catártica.

Para salir de la queja es necesario que el grupo “apele” al integrante quejoso a que ponga en marcha su capacidad de autodistanciamiento, su capacidad de ir al encuentro del otro, la posibilidad de transformar el sufrimiento en sentido de ayuda al otro, especialmente a partir de la experiencia de los propios dolores, penas y frustraciones.

Siendo así constituimos una relación de compromiso entre los integrantes de los grupos en los que participamos y lo manifestamos como un encuentro humano, como una tarea de servicio en el que asistimos en el cuidado ofreciendo la propia experiencia, creatividad, razón y voluntad de sentido. Todo esto aderezado de mucha Esperanza. Y, como no, de algunas técnicas.

No es fácil acompañar al hombre del tercer milenio, luego que en la centuria anterior estuvieran en peligro referencias tradicionales y aparecieran crisis existenciales ante el vacío de la sociedad contemporánea. Mucho más si nos dedicamos a un colectivo tan especial como el colectivo inmigrante. Debemos constituirnos en especialistas en aceptar esa crisis propia del que emigra, el vacío existencial que produce el choque con la cultura de acogida, las frivolidades de los trámites administrativos ante la vivencia de la catástrofe personal, la inutilidad de la ayuda automática sin la promoción del trabajo y la superficialidad de los medios con que contamos para comunicarnos debidamente. Lograr vivir con todo esto no es fácil para el inmigrante y ayudar a su transformación no es tarea sencilla ni aparecerá en aquellos que no toman este trabajo comprometidamente y con vocación de servicio.

Los Agentes de Mediación Intercultural y las diferencias culturales

No escapa al lector que hasta aquí manifestamos una descripción eminentemente optimista. Un optimismo basado en la seguridad de la capacidad del hombre para realizarse y autotrascender sumado a la aceptación del papel del Mediador Intercultural en quien confiamos como modelo de intervención profesional. Sus informes nos hacen presente el testimonio claro de ese sentido autotrascendente posible para los colectivos a los que dirige su acción. La seguridad y confianza en su formación, en las teorías aplicadas debidamente contrastadas y una comunidad profesional que integran, ha mostrado en la práctica su valer y su valor ante la conflictiva, problemas y necesidades de los colectivos inmigrantes.

Formamos una comunidad profesional muy especial, que basa su trabajo en la consideración de la Persona como un ser bio-psico-social, libre y responsable, con la posibilidad de transitar por el mundo reconociendo su pasado cultural como importante y su presente como necesariamente inestable, especialmente en los inmigrantes, que lo proyecta a un futuro en el que encontrará su realización personal y trascendencia.

Los Mediadores y las Mediadoras Interculturales integramos una agrupación especial en la que nuestras relaciones profesionales no deberían ser de “control” o de “supervisión” sino de “co-visión” pues no tenemos capacidad omnipotente de “controlar” a nadie ni de estar por “encima” de ninguno. Apenas si nos podemos permitir compartir la visión desde nuestro conocimiento de “esta mujer” o “este hombre” que consulta porque atraviesa un período crítico especialmente vinculado a la inmigración. Para poder ayudarlos programamos una serie de procedimientos, únicos e irrepetibles, como únicos e irrepetibles son nuestros consultantes y su cultura de origen.

Una comunidad científica en la que estamos abiertos a todos los aportes que signifiquen un avance en nuestro propósito principal de atención al colectivo inmigrante y a las instituciones y administraciones. Algunas escuelas actuales muestran sus novedosas formulaciones o particulares técnicas. Muchas de ellas publican sus aciertos desconociendo antecedentes que, no en pocas oportunidades, provienen de la propia experiencia de otros Agentes de la Mediación Intercultural. Cabe citar todos los avances que en la Comunidad gallega ha habido en ese sentido en el último decenio.

Con una actitud humilde tomamos esos trabajos como modelo para poder continuar nosotros en nuestra tarea investigativa, formativa y de acción profesional. Nos toca apoyarnos en el conocimiento del camino y preguntarnos que otros instrumentos son útiles para nuestra tarea futura. Creemos que la actividad grupal lo es por su economía de medios y su ganancia de resultados.

¿Como nos introducen estas consideraciones en nuestra tarea de Mediación Intercultural mediante la utilización de la dinámica grupal? Nuestro trabajo consiste en abrir ante las personas el abanico de las posibilidades que les permitirán resolver su especial problemática vinculada a la inmigración y a las diferencias culturales. La actuación profesional en grupos de asistencia abre mayores posibilidades de acuerdos y soluciones. Abre a la Esperanza. La esperanza es el arma de los indefensos, decía Marcel. La esperanza abre a la posibilidad, reforzando la libertad porque en aquella se presupone haber ganado algo que aligera los miedos y nos aleja de sentirnos o ser considerados en calidad de “objeto”.

El desesperanzado se acerca al puerto donde avizora a la esperanza, embarcándose en la seguridad de lo que ella tiene, lo que ella lleva en sus bodegas abundantemente: futuro y ecuanimidad para encontrar la resolución que mire a la posibilidad de la realización personal, familiar y social.

Cuando invade la angustia por las limitaciones que produce la inmigración se disipa aquella característica propia de todos los seres humanos: la formulación de un proyecto. Producida la inclusión en este estado de angustia se disipan las posibilidades de reacción y movilidad vital. Se facilita la posibilidad de permanecer “extraño”, “ajeno”, “alienus”, “extranjero”. Demorado en esta crisis de olvido de mi condidicón de “ser-en-el-mundo-con-los-otros”, aquietada mi capacidad de proyectarme, negada mi temporalidad finita, no sé adonde llegar: es mi “falta de paradero” según Heidegger. No tengo un lugar en el mundo que responda a mi condición de persona. La angustia me paraliza o me hace saltar hacia lo negativo.

Para ponerse realmente a la obra y aceptar la posibilidad de salir adelante es necesario olvidarse de lo fáctico y reanudar la formulación de proyectos. En una primera sesión grupal la persona se muestra angustiada, bloqueada o taquipsiquica. Se limita a presentar su existencia en el presente escapándose continuamente de la posibilidad de estar a la expectativa de “sus posibilidades”. Con el paso del tiempo el grupo tiene que lograr su participación para resolver ese “estar a la expectativa, pendiente de lo que surge en su entorno, centrado en sí mismo y no demorándose en un presente impropio.

Sentirse extraño, en un mundo extraño, es la verdadera cárcel del ser. Encerrado en esa cárcel personal se encuentra en “paradero desconocido”, “en no sé que cultura”, “sin mi tiempo propio”, “lleno de silencios culturales”, “sin la llave de la comunicación con los otros” y “con el mundo que me rodea”. Solamente comprenderá su situación si alguien le hace evidente su resistencia a asumir libertad, responsabilidad y temporalidad en un nuevo proyecto y lo ayuda a salir adelante.

En los grupos, los otros intentan vencer esa resistencia a vivir la realidad de ese mundo circundante, abierto a la posibilidad de realización personal. La posibilidad de sobresaltarse con este reclamo grupal y reaccionar es muy alta porque responde a condiciones esenciales del ser humano. Somos seres sociales y no podemos dejar de pertenecer a diferentes grupos.

El grupo no es la panacea salvadora. El grupo ofrece las señales que son primariamente útiles para que el integrante se refiera a un proyecto. La señal es útil en cuanto tenga el carácter de servir para ver en torno y empezar a caminar cuidándose de. De tal suerte que las indicaciones de los compañeros de grupo no tienen otro mandato expreso más que ayudar a mirar en torno y abarcar con la vista (el efecto de la mirada del otro) como tiene un camino de ganancia en el mundo circundante. Los otros integrantes del grupo dan la señal anunciadora de que existe la posibilidad. Señalan lo que viene que es algo que la persona creía no podía enfrentar pero que ahora descubre es algo para lo que nadie está preparado. Entonces comienza a compartir una vivencia existencial de “cuidarse de” que le permite una mirada retrospectiva hacia su pasado cultural sin miedo a enfrentar las nuevas posibilidades. Estas señales comunitarias co-vivenciadas en la actividad grupal, representan un modelo a escala de lo que nos sucede en el día a día de nuestra relación interpersonal.

Y nos recuerdan enseñanzas milenarias.

Nuestra tarea como Mediadoras y Mediadores Interculturales que aplicamos acciones grupales para la atención de colectivos en crisis es aclarar que, frente a este proyecto futuro necesario es conveniente, entonces, saltar hacia el reino de lo posible para hacer pie en lo real. Correr al encuentro de la posibilidad. Cuando toman conciencia de esta condición de posibilidad se le hace patente que nos cabe a todos la solución y el cuidado.

La angustia es ahora vital ya que la persona comprende que seguir en la cotidianidad del problema, en la inautenticidad de la acción o en la falta de posibilidad lo coloca en la posición anticipada de lo inevitable, del fracaso del proyecto original de migración.

Tanto en la actividad propiamente medidadora como en las actuaciones institucionales el profesional debe ser conciente de la realidad y lograr que también lo sea su consultante. En estos momentos de la sociedad en la que vivimos con claros síntomas de crisis social, la vida del hombre común y la del que sufre pérdidas, carencias, angustias o discriminación debe seguir teniendo sentido “a pesar de todo.

¿Cómo podemos permitirnos afirmar que la vida no deja nunca de tener un sentido para cada uno de nosotros? Lo afirmamos desde nuestra fundamentación antropológica y epistemológica y desde nuestro conocimiento de los autores que dieron fundamentación a la analítica existencial: El hombre es capaz de transformar en servicio cualquier situación que, humanamente considerada, no tenga aparente salida.

A través de la actividad grupal es posible ayudar a las personas para que cada una pueda ver por sí misma su aislamiento, su carencia de sentido, sus necesidades individuales, errores, diferencias y aún el significado de las agresiones que pueda haber recibido en su lugar de acogida. Es un procedimiento de “educación” en el sentido etimológico del término (e-ducere, “conducir desde”, “sacar lo propio del otro”) permitiendo el logro de una mejor calidad de vida y un sentido asumido y adquirido a través de los otros, de la comunidad.

La persona acepta, de este modo, la posibilidad trascendente de su existencia, su libertad y su responsabilidad, su capacidad de proyectar y llevar a buen puerto sus proyectos, en las difíciles circunstancias de la inmigración. Este logro será propio y único, no impuesto por ninguna ideología, por ningún lider terapéutico, por ninguna “cuidado” autocrático.

Técnicas utilizadas en la acción grupal

La utilización de técnicas en la acción grupal permite una mejor dinámica y nuevas experiencias que el grupo elabora. Los cambios no van nunca en la misma dirección en cada uno de los integrantes. Esto es parte de la dinámica grupal y de la consideración del equipo encargado de la tarea para la regulación del sistema. En varias oportunidades hemos constituido grupos con la intervención de dos y hasta tres guias. Algunos miembros experimentan cambios con mayor facilidad, mejoran su espontaneidad y asumen compromisos. Su cambio es analizado por el guia o por este equipo para que dinamice el trabajo y sirva de motivación a los otros integrantes.

Para poder “enfrentar” esta tarea de coordinar la acción grupal (estar frente a los otros y co-vivenciar), considerar a la persona que consulta y facilitar su posibilidad trascendente es necesaria una formación específica y la aplicación de una antropología humanista que considere como esenciales para la definición de Persona los conceptos de: posibilidad, elección, libertad, responsabilidad, cuidado, temporalidad, espacialidad y trascendencia. Esto puede ser simulado como práctica en Talleres previos sobre la actividad grupal desarrollados bajo la supervisión de expertos.

Esta posición humanista no implica una trasmisión teorética de conceptos filosóficos sino la asunción, aún por parte de los encargados de los grupos, de un estilo de vida y una actitud coherente con las ideas que se postulan. La llave que abre y cierra este cofre es “la ética profesional”.

El uso de esta llave ética es otro reto para el Siglo XXI. Nos relacionamos con un sinfín de instituciones, comunidades, grupos y personas, procedentes de diferentes culturas y con diferentes tipos de ideología y religiosidad. Todas están expuestas a las crisis que hemos descripto. Muchos integrantes de instituciones o administraciones han mistificado la ayuda al otro, han vaciado de sentido el compromiso y la solidaridad, se han erigido en líderes autocráticos de uno u otro movimiento.

Es necesario ofrecer una solución genuinamente humanista que facilite las relaciones entre la Persona, la comunidad propia y la comunidad de acogida. Una suerte de “personalismo comunitario” que avente las posibilidades de vacío existencial y permita la autotrascendencia. Creemos, sinceramente, que la dinámica grupal tiene conceptos y herramientas para contribuir a tal fin. Creemos, también, que los conceptos principales son los de la búsqueda del sentido y la autotrascendencia recíproca.

Hay muchas formas para lograrlo y profesionales que se dispondrán a ello. Dada la carencia de medios con los que habitualmente contamos uno de los retos principales será la utilización de la dinámica grupal que tiene una enorme posibilidad de éxito, llegando a mayor cantidad de personas con menor disponibilidad de profesionales y tiempo.

En todos ellos los Mediadores Interculturales nos esforzaremos en comprender la realidad del que nos consulta. Nuestra principal técnica será nuestro compromiso, nuestra vocación de servicio y nuestra solidaridad.

La confirmación del éxito del procedimiento vendrá a través de los propios integrantes que han solicitado consulta. Los asistentes presentarán en grupo las condiciones básicas en las que lo han integrado y los logros alcanzados hasta el momento. Las personas integrantes presentarán al grupo las condiciones en las que ha alcanzado este nivel, lo pondrán a consideración y será el grupo el que confirme que ha habido éxito o fracaso. Si ha habido éxito esa confirmación tendrá la condición de verificar que durante su permanencia haya contribuido, significativamente, al cuidado de los otros integrantes.

Todo este trabajo puede realizarse mediante técnicas, encuentros y acciones que facilitan la integración del grupo. La realización de entrevistas previas, consideración de la mínima capacidad de empatía para integrar el grupo, tipo de conflicto, crisis o patología y la disponibilidad institucional serán los instrumentos principales.

La meta es “encontrarse con otros” sin que tengamos que programar minuciosamente las particularidades del grupo o sus integrantes. Las técnicas para la constitución, desarrollo y cierre de los grupos son varias como, asimismo, la posibilidad de actuar uno, dos o tres guías.

Pondremos especial atención en la formación de estos grupos. Las características generales de éstos como, asimismo, la selección de los integrantes dependerá del colectivo y la conflictiva presentada. La iniciación de las actividades, luego de un “worming up” necesario, preparará la presentación de las condiciones de funcionamiento, “el contrato”. Es conveniente dejar abierta la posibilidad a la inclusión de nuevos miembros como, asimismo, la salida de quién así lo desee.

Con la actividad propia del grupo se va constituyendo “la cultura grupal”, es decir, los propios mecanismos, gestos y símbolos de esta agrupación. El escenario de actuación puede ser cualquiera aunque recomendamos la participación en forma de círculo, proceder reconocido de todas las culturas en su accionar comunitario.

Es necesario destacar aquí que el guía de cualquier grupo que presente las características mencionadas deberá tener una capacidad por él mismo reconocida para la empatía. Si su actuación fuera realizada mediante conductas rígidas o de incomprensión, tenemos sobradas razones y experiencias para saber que el grupo se lo señalará o fracasarán los objetivos.

Complementando la capacidad empática del guía, utilizará la observación y la escucha activa para poder favorecer el mantenimiento de un clima de confianza y cordialidad en el grupo.

Conclusiones

Actuaremos respetando y conociendo cada una de las tres dimensiones de la existencia humana: la biológica, la psicológica y la social. Como las tres dimensiones forman una unidad, actuaremos en permanente interdisciplina con nuestros colegas especializados en cada una de esas dimensiones en particular. No es posible descuidar a ninguna de ellas. Es claro el ejemplo en un enfermo terminal grave. Será asistido por el cirujano, el psicólogo y la asistente social. Cada uno considerará la derivación e interconsulta con el otro para una mejor asistencia del paciente. Si nosotros somos llamados a colaborar cada una de esas partes ofrecerán informes, comentarios y solicitarán ayuda para afrontar las decisiones de su profesión. El Agente de Mediación Intercultural intervendrá para ampliar las oportunidades de reconocimiento mutuo y reducir el ámbito de la discusión o conflicto a medida que se agotan las oportunidades para el paciente y para el tratamiento. Se espera que los logros sean positivos.

Oportunidad trascendental. Posibilidad de rechazo de uno u otro profesional. Posibilidad de caida en el egoísmo o el sinsentido. O realización de valores superando todas las barreras. Aún las de la enfermedad y de la muerte.

Si los actores son varios y conforman grupos en sí mismos podemos considerar la posibilidad de la intervención mediante técnicas grupales. No estaremos atados a este procedimiento. Tanto en la actuación individual como en la grupal el trabajo principal será ayudar a superar las barreras que dificultan la comunicación intercultural.

Cuando desarrollemos una actividad profesional en grupo ésta implicará juegos de dramáticos silencios que, necesariamente, convocarán a la actividad de los participantes, actitudes de espera, continencia de la angustia, desarrollo de caminos de libertad sin imposiciones, facilitando la creación de un clima y un lugar apropiado para la confianza y desarrollando una creatividad técnica basada en lo que hemos definido como el “almacén del mediador intercultural”, un bagaje y combinación de productos personales y culturales para el cuidado del otro.

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