DESARROLLOS EN LOGOTERAPIA GRUPAL ----------------- En este blog se publican artículos sobre el presente y futuro de la Logoterapia Grupal. Aparecen relaciones de esta disciplina con la violencia doméstica, la educación y la analítica existencial. En posteriores entradas el Dr. José Martínez-Romero Gandos irá presentando nuevos trabajos en elaboración.

domingo, febrero 25, 2007

¿ES POSIBLE FUNDAMENTAR, DESDE LA ANALÍTICA EXISTENCIAL, LA LOGOTERAPIA GRUPAL?

Comentarios personales sobre “El Ser y el Tiempo” (Heidegger)
y su posible relación con la actividad grupal.

(Publicado en la Revista Siso-Salud Nº 43, otoño 2006 ISSN: 1130-1538
Asociación Galega de Saúde Mental – Galicia)


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DESARROLLOS EN LOGOTERAPIA GRUPAL¿En que consiste el Análisis Existencial y la Logoterapia?

Tomamos en cuenta para nuestros comentarios la traducción de “El Ser y el Tiempo” del Profesor Gaos[1] siendo de gran utilidad las referencias que sobre ese texto cita Victor Gazitúa[2] quien comenta con precisión (insertando el número de página de referencia) los textos heideggerianos.

En la psicoterapia grupal nos sumergimos en una realidad en la que resaltan las notas personales en una configuración nueva y única. El encuentro patentiza la propia realidad y la propia “afectividad” (Lersch) a través del encuentro. El maestro Heidegger nos dice que (392) el encontrarse se funda en el sido. Lo básico de este estado de ánimo particular es la nostalgia. ¿Porque lo presentamos tan dramáticamente? Porque esta fundamentación del encuentro en el “sido” resulta de la característica ontológica esencial del ser humano de “ser para el otro” sin poder escapar de la realidad de su “ser ahí”.

Este “ser ahí” está fundamentado en un temor, angustia, tristeza, melancolía o desesperación por el paso del tiempo y la aparición de la muerte. La angustia en el encuentro surge como una patentización especular del estado de “resuelto”. El encuentro desemboza la negación de esta angustia frente a la muerte porque la presencia del otro hace retornar la vivencia de mi “ser ahí”, de lo que es mío propio y por lo tanto pasado. Cuando avanzo por la vida, lentamente, tratando de no despertar esta angustia, presento mi vida como un silencioso y voluntario olvido que me permite no retrotraerme a mi estado esencial de “ser yecto”. Voy, así, resolviendo mi existencia en un presente que pretende quedarse inmovilizado para siempre. Es mi paraíso construído en las ramas de un árbol como juguete infantil.

En el encuentro, la mirada del otro me baja como de un hondazo de este paraíso infantil. La mirada me devuelve a un presente de lucha en el que el futuro es aún posible. Pero el temor aumenta frente a la expectativa de esta lucha que había relegado a mi condición de “ser ahí”. Ahora tengo que optar: quedarme en el cuidado de mi “arbol-jardín-paraíso” “curándome” de mi ser fáctico o escapar aturdido de ese mundo cerrado y abrirme a la posibilidad de mi “ser-en-el-mundo”.

Heidegger nos habla del carácter específico de este temor (393). Aristóteles mismo definía el temor como una opresión o aturdimiento (Gazitúa, p.55). Pero sigue el maestro. Esa opresión fuerza al “ser-ahí” a retornar a su estado de “yecto” abierto a la posibilidad pero paradojalmente cerrado a ella por la necesidad de olvidar que esa posibilidad existe e incluye la muerte.

Todo esto ha surgido en el encuentro porque ha aparecido “el otro”. La mirada del otro pone en estado de alerta acerca de las formas posibles de resolución del encuentro. Pero ya lo decía Sartre en “Huis clos”: “el infierno son los otros”. Los otros son los que me sacan de mi aturdimiento. Ese aturdimiento que se basa en un “olvidar” mi condición de “ser-en-el-mundo” resolviendo la angustia en la facticidad. Es muy significativa la opinión de Heidegger a este respecto. Aún antes de mirar en torno mío, aún antes de dirigirme intencionalmente hacia el mundo, me atengo a mi pasado, a mi ser fáctico, y esquivo las posibilidades. Ante cada una de ellas salto, atemorizado, pasando a la segunda, y a la tercera y así, sucesivamente. Es extraña nuestra conducta porque en esa posibilidad está lo negativo pero tambien lo positivo. Me transformo ante esa posibilidad en un ser indiferente, no diferencio aquello que me permite desplegar mi futuro de aquello que me detiene en el “se”, en la facticidad.

Este juego se repite, especularmente, hasta el infinito. Heidegger (394 dice que presentándome como olvidándome de mi fluctúo en una maraña de posibilidades que hace posible mi aturdimiento. Entonces el temor es olvidar presentando la existencia como posible, estancada y a la expectativa.

¿Como nos introducen estas consideraciones en nuestra tarea de Logoterapia grupal? Nuestro trabajo consiste en abrir ante las personas el abanico de las posibilidades que les permitirán convertirse en personas libres y responsables. Libres porque podrán alejar el fantasma del temor y elegir entre alguna de sus posibilidades, superando el estancamiento que les produce la presencia del otro. Responsables porque darán “respuesta” a las exigencias de esos encuentros abandonando “la pálida indiferencia afectiva” (397) que se atiene al aquí y ahora, al ir viviendo la existencia tal como uno la deja ser “en un sentido extático de un sido impropio”. Y el mismo Haidegger, como Marcel, como Frankl, como tantos otros, introduce como concepto salvífico a la esperanza.

La esperanza es el arma de los indefensos, decía Marcel. La esperanza abre a la posibilidad, reforzando la libertad porque en aquella se presupone haber ganado algo que aligera la espantosa medrosidad que aplasta y que nos coloca en la calidad de objeto.

El desesperanzado se acerca al puerto donde avizora a la esperanza, embarcándose en la seguridad de lo que ella tiene, que ella lleva en sus bodegas abundantemente: futuro y ecuanimidad para encontrar la resolución que mire a la posibilidad total del ser. Esta apertura a la posibilidad es aceptar correr al encuentro de la muerte sin caer en un presente fundante. Cuando mas impropio para la realización del ser es este enredo en un presente permanente mas fácilmente aparece la cerrazón, el aquietamiento, la huída y el extrañamiento.

Producida la caida se disipa la capacidad motora de la angustia vital que nos lleva a la formulación de un proyecto. Se disipa la capacidad de “pro-yectarme” y se facilita la facticidad del ser-ahí en un estado de “yecto”. Demorado en esta huida hacia el olvido de mi condidicón de “ser-en-el-mundo-con-los-otros”, aquietada mi capacidad de proyectarme, negada mi temporalidad finita, no sé adonde llegar: es mi “falta de paradero” (399-400). No tengo un lugar en el mundo que responda a mi condición de persona.

Para ponerse realmente a la obra y aceptar la posibilidad de “curarse de” (esta caida) es necesario olvidarse del sí mismo fáctico. El sentido existenciario de la caída se manifiesta en el presente. La persona se limita a presentar su existencia “sin novedades” escapándose continuamente de la posibilidad de estar a la expectativa de “sus posibilidades”. Con el paso del tiempo, este quedarse sin estar a la expectativa, pendiente de lo “surgente tras”, resulta una existencia entregada a un “si mismo”, alejado del otro. Demorándose en esta posición extática de un presente impropio (falto de futuro) se disipa la posibilidad de una existencia plena y la persona se encuentra falta de paradero (399-400)

Paradojalmente, al querer renunciar a su posibilidad de construir un proyecto que presente algo nuevo al ser-ahí éste se aquieta con tendencia a permanecer cerrado. La persona permanece cerrada a su de donde y a su como, sin la temporalización de sí mismo en un para qué. Permaneciendo cerrado constituye la facticidad del ser-ahí y observamos sus manifestaciones mundanas como inauténticas, ya que no responden a la condición temporal existenciaria de ser-para-la-muerte. La inautenticiad es la verdadera cárcel del ser, ya que al demorarse en este enredo en sí mismo, falto de paradero, se dificulta su ser-allende-en-el-mundo-en-el-amor (Binswanger). Su cárcel tiene la configuración de un estado de yecto. Tiene el silencio permanente de la falta de comunicación con el mundo circundante. Sin habla, ya que los tiempos principales del verbo, lo mismo que los demás fenómenos del lenguaje surgen de la temporalidad vivenciada como activa en el mundo, no comprende el para qué de estar a la expectativa. No puede curarse (cuidarse)de sí viendo en torno.

Solamente cuando es descubierto algo que opone resistencia a la temporalidad extática resistente al curarse-de puede comprender el ser-ahí fáctico que su abandono en un mundo del que nunca llega a ser dueño (a pesar de su aparente dominio del ser en su encierro) lo colocó en una inautenticidad centrada en la cotidianidad, sin expectativas y en un estado de abandonado (409-410). La cotidianidad sostenida para evitar la posibilidad es un estado inapropiado que se limita a encontrar en el mundo lo que está a la mano.

Este estado de alienación nos impresiona en cualquier persona y especialmente en los enfermos mentales graves. A pesar de la cerrazón y el aislamiento el ser-ahí existente fácticamente se las entiende siempre, de una manera peculiar, con este mundo limitado. El mundo extraño para el otro de la incomprensible realidad del proceso psicótico.

En los grupos de psicoterapia grupal, los otros intentan vencer esa resistencia a la ex­-sistencia, al estar volcado al mundo, abierto a la posibilidad, libre y responsable para realizar un proyecto. La posibilidad de sobresaltarse con este reclamo grupal y reaccionar es muy alta porque responde a condiciones esenciales del ser humano. Heidegger señala que lo que hay de no expectante en el presente perdido para el proyecto lo abre el libre espacio horizontal dentro del cual el sobresalto puede caer sobre el ser-ahí y llevarlo en el andar mundano, curándose de lo que lo domina y desembozar la calidad de insuperabilidad que el estado de yecto a impreso a la existencia.

El grupo no es la panacea salvadora. El grupo ofrece las señales existenciales que son primariamente útiles para que el ser-ahí se refiera a un proyecto. La señal es útil en cuanto tenga el carácter de servir para ver en torno y empezar a caminar curándose de. De tal suerte que las indicaciones de los compañeros de grupo no tienen otro mandato expreso más que ayudar a mirar en torno (93) y abarcar con la vista (el efecto de la mirada del otro según Sartre) como tiene un camino de ganancia en el mundo circundante. Los otros integrantes del grupo dan la señal anunciadora de que existe la posibilidad. Señala lo que viene que es algo que la persona creía no podía enfrentar pero que ahora descubre es algo para lo que nadie está preparado. Entonces comienza a compartir una vivencia existencial de curarse de que le permite una mirada retrospectiva hacia su ser-ahí sin miedo a enfrentar las posibilidades. Estas señales comunitarias co-vivenciadas en la actividad grupal, representan un modelo a escala de lo que nos sucede en el día a día de nuestra relación interpersonal.

La ruptura con la conformidad en el estado de yecto nos presenta un ente que ha redescubierto que siempre debe estar referido a algo. Lo que lo caracteriza como existente es una conformidad con el para qué. Reconoce la capacidad de su ser-ahí de aplicarse a la calidad de servir para. Heidegger anuncia, específicamente, (99) que conformarse ónticamente es, dentro de un fáctico curarse-de, hacer frente a la condición de “lo a mano” para abrirse a la “condición de posibilidad” dando libertad a todo el ente para que mejore, trabajando, todo lo que lo colocaba en situación de inautenticidad.

Es el momento de considerar como esta apertura a la posibilidad del ser nos obliga a considerar la noción de “sentido”. Heidegger (374) dice que “el sentido del ser del ser-ahí, es el ser-ahí mismo que se comprende a si mismo. Sentido solamente tiene el ser-ahí abierto a la posibilidad de ser-en-el-mundo, tal como la acabamos de describir mas arriba.

Solamente el ser-ahí puede tener sentido o carecer de él. Todo otro ente con una forma distinta de ser es ajeno a la posibilidad de contar con sentido.

Cuando Frankl anuncia que el sentido no puede inventarse, que debe descubrise, abreva en Heidegger (175) quien postula que “el carácter de posibilidad resonde a la forma de ser de los entes comprendidos. Cuando los entes intramundanos son descubiertos a una con el ser del “ser-ahí” (es decir, han venido a ser comprendidos) tienen sentido. Lo comprendido son los entes o el ser. Sentido es aquello en que se apoya el “estado comprensible de algo” (Gazitua, p. 88).

Sentido significa “aquello sobre el fondo de lo cual se concibe la posibilidad de algo en relación a lo que “el ente es”.

En la cura el sentido consiste en poner de manifiesto lo proyectado del ser-ahí, con una constitución abierta a la posibilidad desde un ser total propio. Que un ente tenga sentido significa que se ha vuelto accesible en su ser primigenio total proyectado desde el fondo de lo cual es.

Este ser “sí mismo”, que se conduce desde un ser-ahí, es en cada caso “un ser que en su ser le va su ser” (Sartre). Es un ser, que al ir existiendo compromete constantemente lo que es en aras de este sentido. A este ser lo llamamos existencia. En su esencia como existente el ser-ahí no puede ser menos que ser lo que es y proyectarse en el mundo a traves del sentido.

Como decíamos antes, el sentido debe descubrirse. No es una tarea sencilla. Al ser-ahí le falta siempre algo para realizarse. Permanece en un constante estado de inconcluso. Es un poder ser de ese ser-ahí que no se ha hecho real todavía. Tan pronto como el ser-ahí existe de tal manera que ya no le falta nada por realizar se ha convertido en un ya no ser-ahí, es decir, muere.

Esta conversión del ser-ahí (273) no es pasible de ser experimentada. Solamente tenemos una idea vaga de ese proceso en el morir de los otros. Con la muerte ante nuestros ojos el ente se presenta como una cosa material sin vida. Aún ante esta visión, la pérdida que experimentamos como supervivientes no nos hace accesible la pérdida misma que padece el ser que muere. Nos limitamos a asistir al morir de los otros. (274).

Esta es una evidencia que experimentamos a través de la angustia. En el morir de los otros se nos presenta lo peculiar de nuestra existencia: la finitud que algún día nos ha de llegar. Pensar en la muerte nos hace conceder su certidumbre (296) pero unida a una incertudumbre de su cuando. Al determinarse con claridad la indeterminación de la muerte cierta se nos presentan por delante todas esas urgencias, posibilidades y debilidades de la inmediata vida cotidiana que nuestra mirada es capaz de abarcar. Así la certidumbre de ese posible se calma con la tendencia a anularlo mediante su conversión en disponible.

La angustia que produce este proceso desemboza la calidad del ser-ahí mas original y perentorio. Este accidente de la existencia que tiene lugar en nuestro ser-en-el-mundo nos lleva a hablar de él como algo indeterminado que ha de llegar algún día o en alguna parte pero que, por lo pronto, no cabe ante los ojos.

Nuestra tarea como psicoterapeutas es aclarar que, frente a este algo posible, nuestra condición de ser-ahí en la espera abre a la condición esencial de nuestro ser-ahí que es la posibilidad. Es conveniente, entonces, saltar hacia el reino de lo posible para hacer pie en lo real. Correr al encuentro de la posibilidad (301) nos acerca a la comprensión de la posibilidad mayor de la medida de la existencia que es el poder ser (301). Correr al encuentro de su posibilidad le hace comprender al ser-ahí que únicamente de esta forma se le revela una existencia propia que ha de tomar como lo mas peculiar de su ser.

Cuando toma conciencia de esta condición de posibilidad se le hace patente que nos cabe a todos la cura (el verdadero cuidado de nuestro ser esencial) de la inautencidad y la vida sin posibilidad. Y no lo hace solo porque a traves de este encuentro con el otro se ha dado cuenta que no es ese otro y que la angustia que le produce su muerte lo mueve a evitar la caida en el sin sentido, la inautenticiad y la falta de libertad para elegir un modo peculiar de ser.

La angustia es ahora vital ya que el ser comprende que correr al encuentro de la muerte (en la caida en la cotidianidad, en la inautenticidad o la falta de posibilidad) lo coloca en la toma por anticipado de lo inevitable de la existencia. Corriendo al encuentro de la muerte a traves del sentido, en libertad, hace comprender y elegir las posibilidades fácticas que no lo obliguen a desconocer las posibilidades de la existencia. Evitando la constante amenaza de caer en lo yecto la angustia vital contribuye a presionar al ser-ahí para que mantenga abierta la posibilidad del ser.

La encargada de efectuar esta denuncia constante es la conciencia que da a comprender la posibilidad de apertura: abre. (309). Heidegger dice que el carácter de la conciencia es el de “una invocación del ser-ahí a su poder ser sí mismo peculiar y a la vez deudor de esta forma peculiar en cuanto ser-para-la-muerte.

La conciencia reflexiva evoca esa lejanía (el ser-ahí mismo) para evocar la otra lejanía (la muerte) y con ello alcanzar la verdadera vocación que es el ser uno mismo con los otros curándose de (311-312). Pasar por alto esta vocación es caer en la insignificancia, en la ambigüedad, en la vida sin ruido, y alcanzar un soliloquio significativo y activo cuando lo invocado es avocado a volverse (el sí mismo) a su modo peculiar de ser previo: la posibilidad.

La conciencia se revela como la vocación de la cura (319). Obliga al ser-ahí a abandonar la inhospitalidad de la condición de yecto, a salir de la caída en el uno, en el se, y dirigirse hacia adonde debe dirigirse: hacia el sentido. Viktor E. Frankl, que por supuesto abrevó en todos estos conceptos heideggerianos, afirma la condición de la conciencia como “el órgano del sentido”.

La conciencia avisa que en el estado de yecto entramos en una estructura de no ser. La nada ante la que nos pone la angustia desemboca en una posibilidad de no ser anunciada en la muerte. Cuando la conciencia nos define esta angustia como el motor de lo posible desenmascara al no ser, nos muestra su inhospitalidad. Si no permitimos este aviso de la conciencia la cura se ve transida por el no ser y caemos en la inautenticidad. En un transitorio estado de ser perdido en busca de un sí mismo auténtico es justo oir la invocación de la conciencia que nos muestra, una y otra vez, la comprensión de lo mas peculiar de nuestro ser: la posibilidad.

Obrar sin conciencia es estar afectado de no ser. El proyector esencial de nuestra existencia se ha apagado. Los otros nos buscan y nos piden que seamos responsables, es decir, que demos respuesta a nuestro ser esencial. La voz exterior voca ciertamente hacia atrás, a los actos acaecidos y nos muestra que solamente somos deudores de lo yecto. La retrovocación provoca la culpa. He aquí un concepto heideggeriano importante (334-336). La voz del otro nos hace empuñar algo que nos es peculiar. Ser culpable existencial y propiamente es, para Heidegger, lo que sigue a la invocación y no a la inversa. Los remordimientos retrovocan hacia el estado de yecto. La amonestación, la reprimenda, que nos hace el otro a través de nuestra conciencia apunta al poder ser de nuestra existencia. El autor del “Ser y Tiempo” juega con los conceptos de bueno y malo que la vocación del que amonesta nos muestra. La conciencia (que en muchos autores medievales era la emanación del poder divino) es ahora una misionera que le hace decir al hombre “soy bueno porque soy posible.

Cerciorarme de lo que pude haber hecho y no hice puede ser un olvido de la conciencia que no me invocó la posibilidad”. Calcular y compensar lo que es un debe y haber de la existencia es una interpretación cotidiana que mantiene indicaciones utilizables en el obrar que no rehusen contar como un modo seguro el abrirse a la posibilidad.

El estado de abierto mantenido por la conciencia resulta de la propia angustia y de la comprensión del proyectarse como el modo mas peculiar del ser deudor a la existencia propia. Heidegger llama a “este silencioso proyectarse, dispuesto por la angustia, sobre el más peculiar ser deudor, estado de resuelto” (342 – el subrayado es nuestro). La apertura a la posibilidad que me permitieron los otros evocando en mi conciencia mi particular modo-de-ser-en-el-mundo nos une en una hermandad en el estado de resuelto. El sí mismo propio abierto a la posibilidad de cada uno de los interlocutores permite por primera vez el uno con otro propio (343). Sin ambigüas y celosas conversaciones rodeadas por la inautenticidad, las verbales fraternizaciones de aquellos que quieren emprender su vida en el proyecto. Conocen la situación general, no se pierden en las situaciones inmediatas, discuten las condiciones esenciales del ser-ahí, aceptan el cálculo de los accidentes que tiene y dá la vida en su peculiar obra y se colocan en situación de estado de resuelto.

En el estado de resuelto obra la cura, que alberga en sí (con igual originalidad) tanto la muerte como el ser deudor. El poder ser deudor solo lo comprende el estado de resuelto, cuando este se cualifica como ser relativamente hacia la muerte. El tomar existencialmente sobre sí esta deuda solamente se lleva a cabo cuando el estado de resuelto ha llegado a ver a través de sí hasta que punto el comprender este ser deudor como constante le permite la experiencia de la temporalidad como única, propia y posible. Tambien muy angustiante. Seguro de sí mismo en la indeterminación a pesar de ello se mantiene abierto. La indeterminación, inherente a su estado de resuelto, lo aleja de todo poder ser-ahí yecto.

De la mano de la fría angustia, la conciencia nos presenta la posibilidad de ser singularizado acompañándola con la inmensa alegría de saber que allí reside, en esa incertidumbre, nuestra especial condición existencial.

Cuando una persona consulta al Logoterapeuta no es sencillo tener en cuenta todas estas cuestiones para responder a las preguntas que formula. Tema actual y habitual es la sensación de creciente frustración existencial. Un origen reconocible de esa frustración es la insersión en nuestra sociedad consumista, exitista, competitiva y carente de oportunidades.

En esta dimensión de fenómenos auténticamente humanos es en el que se muestra, dramáticamente, la frustración existencial y el cada vez màs difundido “vacío existencial”, que tan maravillosamente describiera el Dr. Viktor E. Frankl.

La frustración existencial no es patógena en muchas personas pero es muy posible que pueda llegar a serlo y desembocar en neurosis si no se mantiene la meta de un sentido de vida autotrascendente.

Para evitar la enfermedad el Logoterapeuta debe ser conciente y hacer conciente en el paciente que ahora mas que nunca, en este momento de crisis social, la vida del hombre común y también la del hombre que sufre, sigue teniendo sentido A PESAR DE TODO.

Adicción, agresión, depresión son claros síntomas en la conducta del hombre actual y constituyen la problemática principal de nuestro entorno. ¿Qué derecho tenemos para atrevernos a decir que la vida nunca deja de tener un sentido para todos y cada uno? Como lo hiciera antes Viktor E. Frankl lo afirmamos desde la fundamentación antropológica y epistemológica que nos provee la analítica existencial y desde la convicción de que el hombre es capaz de transformar en servicio cualquier situación que, humanamente considerada, no tenga aparente salida.

Las investigaciones, publicaciones y comunicaciones acerca de la práctica del Análisis Existencial y la Logoterapia se multiplican en el mundo científico, con especial desarrollo en los países del área iberoamericana. Hace ya varios años que Irving Yalom, analista existencial norteamericano, afirmó: “Muy pronto los clínicos tendrán que justificar la terapia individual y defender su decisión de no utilizar la terapia de grupo.”

Se necesita aumentar la capacidad asistencial de los servicios comunitarios para la práctica de la psicoterapia. Es necesaria, asimismo, una comunidad científica en la que estemos abiertos a todos los aportes que signifiquen un avance en nuestro propósito principal de asistencia al otro. Algunas escuelas actuales muestran sus novedosas formulaciones o particulares técnicas. Muchas de ellas publican sus aciertos como propios desconociendo antecedentes que, no en pocas oportunidades, provienen del enfoque humanístico-existencial. Cabe citar todos los avances que el psicoanálisis, el conductismo y el enfoque sistémico han logrado en el último decenio a partir de la consideración de los conceptos de encuentro, proyecto, afectividad (atreviéndose algunas veces a mencionar el amor) y solidaridad.

Nos toca a nosotros apoyarnos en todos los conocimientos que se han aportado a lo largo del camino de la práctica psicoterapéutica y preguntarnos por qué no va a ser posible fundamentar, desde la analítica existencial, esta logoterapia grupal que presentamos.

Dr. José Martínez-Romero Gandos
A Coruña – Galicia – 2006
e-mail: sentido@correo.cop.es



[1] Heidegger, M. “El ser y el Tiempo”. Traducción de José Gaos. F.C.E., México-Buenos Aires, 1951
[2] Gazitúa, Víctor “Formulación ontológico científica de El Ser y el Tiempo”, Ediciones Lohlé, Buenos Aires, 1963-

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